El comercio electrónico tiene un enorme futuro para las empresas nativas digitales. Pero las corporaciones nacidas en la era industrial, que todavía disfrutan de poderosos activos para ser relevantes para los clientes, deben entender dos cosas.
Que las innovaciones disruptivas, como el comercio electrónico, no se pueden gestionar integrándolas sin una reflexión en el esquema organizativo actual. Gestionarlas con las mismas herramientas de gestión, KPI y formas de trabajo solo puede limitar su crecimiento. No es extraño encontrar este tipo de empresas, que, tras años de esfuerzo, no han conseguido apenas sino unos pocos puntos de porcentaje de ventas.
Como consecuencia de lo anterior, que las corporaciones deben establecer un plan de gestión diferenciada que, aunque se mantenga en permanente sincronización con la Dirección de Ventas, aprovechando activos sustanciales (capacidad de distribución, condiciones comerciales, etc.), tenga autonomía para definir formas de trabajar y organizarse acordes con el dinamismo del cliente final.
A medida que herramientas de e-commerce, márketing digital y capacidades logísticas exprés se desarrollan a alta velocidad, el reto del despegue en las corporaciones inmigrantes digitales se centra en la gestión de la innovación.