El gobierno de las fundaciones: entre la disciplina y el conocimiento
Business Review (Núm. 167) · Finanzas · Abril 2008
Desde Andrew Carnegie y John D. Rockefeller hasta los albores de nuestro siglo, el progreso de las fundaciones ha sido un fiel reflejo del carácter filantrópico de un país. La institución fundacional, con su vocación de permanencia y disposición patrimonial para amortiguar carencias temporales de recursos, se muestra libre de las presiones cortoplacistas que afectan a empresas y gobiernos y, por consiguiente, se presenta particularmente bien situada para gestionar algunos de los servicios que tradicionalmente eran públicos, así como para dar solución a problemas endémicos que afectan hoy día a la humanidad, como la pobreza, el analfabetismo o la salud pública. La particular naturaleza de las fundaciones permite que la riqueza actual de familias acaudaladas y de corporaciones privadas y públicas pueda ser transferida a unos beneficiarios futuros previamente definidos.
Aunque el origen del fenómeno altruista occidental se encuentre en Europa, su desarrollo se ha producido de una forma mucho más activa en Norteamérica durante el pasado siglo XX. La razón de este retraso se encuentra, por un lado, en el empobrecimiento de las fortunas familiares derivado de las dos guerras mundiales y, por otro lado, en la elevada presión fiscal a la que eran sometidos empresas y ciudadanos individuales con el fin de sostener un estado de bienestar (seguridad social completa, educación pública, etc.).
Una vez superados los obstáculos mencionados, actualmente estamos siendo testigos de un nuevo despertar de la figura de la fundación como protagonista del tercer sector europeo. En concreto, en el ámbito español, el tratamiento fiscal favorable que ha recibido a partir de la aprobación de las leyes 49/2002 y 50/2002 ha permitido que la importancia de las fundaciones crezca hasta adecuarse al patrón europeo. Según los datos recientemente publicados por la Asociación Española de Fundaciones, actualmente se contabilizan más de 8.600 fundaciones y cada año se constituyen alrededor de 450 más. Atendiendo a estas cifras, la publicación de las mencionadas leyes ha significado una aceleración innegable del proceso de creación de fundaciones en España.
No obstante, al tiempo que aumentan el volumen de las fundaciones y los recursos económicos que éstas manejan, crecen también las sombras que se ciernen sobre estas entidades. Durante muchos años, el control y la óptima asignación de...