Cómo evitar los errores típicos de comunicación
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Harvard Deusto
Business & Technology (Núm. 28) · Todos los contenidos · Septiembre 2016
Algunos vendedores se arriesgan al hablar más de lo que debieran. Pero si conocen las trampas más comunes en las entrevistas de ventas las podrán "torear" elegantemente.
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Mal informado: si hablamos de temas que no conocemos bien, uno mismo se conduce al abismo, sobre todo si el interlocutor es un experto. Lo mejor es admitir nuestro desconocimiento y poner remedio: "Esto tengo que consultarlo primero". O "aquí no le puedo seguir, si es usted tan amable de explicármelo".
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Un especialista limitado y patético "elimina" al cliente: si se invade al cliente con terminología especializada que este no conoce, no nos sorprendamos luego si no hacemos negocios. Es mejor adaptarse a nuestro interlocutor, su función, sus conocimientos y en caso necesario, aportar explicaciones en forma de resumen. La variante más segura es el "denominador común más bajo".
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Posponer lo desagradable. Tarde o temprano el cliente sacará el "tema más delicado"; lo mejor es que lo haga el vendedor primero. Por ejemplo, adelantándose sacando a colación el pretexto esperado. Ejemplo: "Por supuesto, todos sabemos que esta decisión supone un gran cambio. Pero gracias a la larga experiencia de nuestros expertos esta reestructuración solo implicará que el desarrollo diario del trabajo se vea un poco afectado durante dos días".
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Quitar importancia a pretextos y temores. Los clientes son muy sensibles en este sentido. Una de las reglas más importantes es la siguiente: tomarse en serio al cliente. Los vendedores tampoco deberían mostrarse nunca impacientes o arrogantes, de lo contrario el cliente tendrá la impresión de que tiene a un "sabelotodo" ante sí. El vendedor deberá retomar todos los pretextos, miedos y temores del cliente para intentar anularlos. A Cómo evitar los errores típicos de comunicación.
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"Frases matadoras" y generalidades. Frases como "esto nunca lo había dicho ningún cliente" o "ya hace años que lo hacemos así" son desalentadoras: el cliente no se siente tratado como un individuo y el vendedor lo que consigue es, en el mejor de los casos, que el cliente se calle. Y la venganza es que se niegue a comprar.