Emociones en ambos lados de la gestión del talento

Llevaba una extensa carrera como consultor cuando le pregunté a un joven candidato qué buscaba a nivel profesional. Su respuesta, “Ser feliz”, me desconcertó por completo. Aquel momento marcó un punto de inflexión en mi perspectiva sobre la gestión y atracción del talento, llevándome a reconocer la necesidad de integrar aspectos más humanos y emocionales en el proceso. Fue el origen de mi interés en el coaching.

Los estudios indican que los millennials y la generación Z buscan, a nivel laboral, sentido y propósito más que otras generaciones. En este contexto, se vuelve necesario aplicar herramientas que potencien el desarrollo individual. Entre ellas, la indagación apreciativa, esencial para descubrir y potenciar fortalezas y logros; y la escucha empática, fundamental para fomentar la autenticidad y el desarrollo personal. También la competencia de los líderes para formular preguntas poderosas, que reten y empoderen a sus colaboradores, y la de proporcionar feedback constructivo.

En otro episodio de mi carrera, un miembro de mi equipo lloraba recordando un momento desalentador en su trayectoria. Aunque inicialmente lo percibí como una falta de control emocional, llegué a comprender que explorar más a fondo su vivencia emocional habría sido valioso para él y la organización. Asimismo, me surge la pregunta: ¿qué sentía yo al presenciar esta expresión emocional? La autorreflexión sobre nuestras propias emociones se revela como un componente esencial en la gestión del talento.

Hoy, en mi experiencia acompañando a profesionales y organizaciones como coach, veo que incorporar habilidades y competencias de coaching es un valor diferencial para los especialistas de RR. HH.: adoptan una perspectiva empática y abierta en la gestión y atracción del talento, con atención a la comprensión del propósito y las emociones. Un enfoque especialmente sensible en procesos de selección del talento donde se incorpora el uso de la IA.

El manejo de herramientas de coaching permite gestionar las necesidades de las nuevas generaciones y enriquecer la cultura organizacional, lo que redunda en el bienestar emocional, en el crecimiento y en la contribución positiva hacia el logro de objetivos organizacionales.