Las cuatro obsesiones del 'management'
AR
Alejandro Ruelas-Gossi
Business Review (Núm. 220) · Habilidades directivas · Enero 2013
Inception (titulada Origen en España, o El Origen, en América Latina) es una de las obras maestras de Christopher Nolan (además de Memento, Insomnia, Batman Begins, The Dark Night y The Dark Night Rises). El nombre original de la película era Dream Stealers (Ladrones de Sueños). En el filme, Nolan plantea un mundo donde la tecnología existe con el objetivo de penetrar en la mente humana a través de la invasión de los sueños, abriendo así la puerta a cometer espionaje corporativo, gracias a la posibilidad de entrar en el subconsciente de los ejecutivos. De hecho, Dom Cobb, el personaje principal de Inception, tiene la oportunidad de recuperar su vida pasada con tal de lograr algo que se considera imposible: la inception, es decir, la implantación de una idea en la mente de los hombres de negocios. En este sentido, existe un concepto que los directivos tienen en la cabeza, y que se ha contagiado como un virus. Es el sameness (la idea de lo igual, de la imitación).
En casi todos los sectores, las empresas se vuelven cada vez más similares. Se imitan entre sí y ofrecen lo mismo. Un claro ejemplo fueron, en su día, los fabricantes estadounidenses de automóviles. Más que crear su propia historia, se desarrollaron y crecieron copiándose unos a otros. Cuando Toyota y Honda, en los años ochenta, invadieron el mercado en Estados Unidos, las compañías norteamericanas decidieron imitar a sus rivales asiáticos. Fue sorprendente escuchar, hace relativamente pocos años, al director general de Ford declarar abiertamente que su meta era imitar a Toyota. Desconociendo su propia historia, y convirtiendo la emulación en un objetivo, las compañías del sector, en Estados Unidos, perdieron la gran creatividad y vanguardia de los diseños que habían creado durante las décadas anteriores.
En la película Men in Black III, el protagonista viaja en el tiempo a los años sesenta. Era una época en que los coches fabricados en el país norteamericano no sólo tenían un diseño fascinante, sino que, sobre todo, resultaban originales. Es decir, no imitaban. Tan sólo un par de décadas después, todos los vehículos parecían iguales. No es de extrañar, en consecuencia, la quiebra técnica a la que se enfrentó el sector del automóvil estadounidense en la crisis del año 2008. Ésta es sólo una muestra de que, con el tiempo, el virus de la "imitación" se ha incorporado a las mentes de los ejecutivos y, por tanto, a sus decisiones. Como todos los virus, tiene diferentes compone...
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TP