Las patologías del poder

Las patologías del poder Las patologías del poder
Business Review (Núm. 238) · Habilidades directivas
Management & Innovation (Núm. 16) · Habilidades directivas

¿Cómo puede conseguir un directivo incrementar su poder sin ser corrompido? ¿Qué pautas debe seguir para no poner en peligro a su compañía? La clave está en ejercer el poder intentando que el bien personal y el bien común se refuercen mutuamente.

Si por "poder" entendemos la capacidad de imponer la propia voluntad sobre la voluntad de otros, descubrimos que tanto las maneras de lograrlo como las razones para hacerlo y el contenido de la voluntad que se quiere imponer son múltiples (y de naturaleza distinta). También son muy distintos los resultados del ejercicio del poder en quien lo ejercita y sobre quien se ejerce.

Es igualmente cierto que la carencia de poder y la consiguiente impotencia que genera pueden ser igualmente corrosivos; tanto hacia fuera, la sociedad, como hacia dentro, la propia persona. Todos somos conscientes de que los directivos necesitan capital político (poder) para el ejercicio de su profesión. No hay verdadera estrategia sin ejecución, ni ejecución sin capital político. De hecho, la ejecución es posible cuando convergen el poder formal, el poder informal y la influencia.

El gran desafío que tienen los directivos de las empresas es cómo aprender a ejercitar el poder de manera que no solo no sea perjudicial para el que lo ejerce y para las personas sobre las que se ejerce, sino que contribuya a integrar a las partes a través de la confianza en una agenda en donde el bien común esté presente. Y todo ello sin caer en la patología del poder, la enfermedad que corrompe al que manda cuando utiliza medios o fines muy alejados de los elementos que integran la confianza: la credibilidad, la fiabilidad, la cercanía y el interés por el bien común.

FINES Y MEDIOS

Una de las trampas más conocidas del poder es pensar que un buen fin justifica casi cualquier medio. No obstante, aunque Maquiavelo diga lo contrario, todos hemos observado cómo un medio pobre, éticamente hablando, puede corromper el fin más noble.

Podemos establecer una correlación clara entre quienes se mueven por deseos ligados al propio interés y al corto plazo y unas decisiones poco éticas al ejercer el poder. Y por éticas no entendemos un concepto puramente moralista, como legal o aceptado. Uno puede actuar legalmente, pero guiado por intereses poco loables. La cuestión final está en la calidad de los fines y también en la de los medios.

Y es que si pretendemos sobrevivir como personas al ejercicio del poder, resulta vital ir al fondo de nuestros deseos más nobles y extraer de ellos un propósito que ilumine nuestros objetivos. Porque los objetivos en sí (sacar adelante un proyect...


Javier García Arevalillo

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Ingeniero de Caminos, investigador y director de Proyectos en la firma de consultoría Huete&col

Luis María Huete

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Profesor de Dirección de Producción, Tecnología y Operaciones en el IESE Business School