Líderes y seguidores: cómo fomentar la confianza y el compromiso
DH
Dan Hill
Business Review (Núm. 169) · Habilidades directivas · Junio 2008
Hace quince años recibí mi bautismo corporativo trabajando como director ejecutivo de comunicaciones en una empresa del Fortune 200.Lo hice junto a un consejero delegado muy duro, que era de fiar, pero que no tenía grandes dotes para comunicarse con sus empleados. Como es natural, la reunión anual de empleados, que era una de mis responsabilidades, era siempre motivo de gran preocupación. En este artículo trataré de explicar cómo conseguí que un acto que gozaba de tan poca popularidad se convirtiera en un gran éxito. Los consejos que aquí se ofrecen pueden ser de utilidad para todo el mundo. Pero primero voy a contar la historia.
El consejero delegado en cuestión, Jim, era muy dado a pronunciar discursos de casi dos horas de duración, a los que seguía lo que se suponía que era un toma y daca de preguntas y respuestas, pero que en realidad consistía en respuestas a preguntas que se habían formulado por escrito con antelación, de entre las cuales Jim había elegido desde el podio aquéllas que le interesaba contestar. No hace falta decir que los niveles de satisfacción de estos actos se situaban en torno al 1%, y eso siendo generosos.
Modificar esa situación se convirtió en una de mis prioridades. Lo primero era acortar el discurso del consejero delegado sin ofenderlo. ¿Cómo lo hice? Analizando la duración de los discursos de los mandatarios extranjeros ante las cámaras del Congreso de Estados Unidos. Con el argumento de que ni siquiera Nelson Mandela o Margaret Thatcher hablaban normalmente más de media hora, conseguí que el consejero delegado redujera su discurso a 45 minutos.
A continuación le sugerí que incluyéramos más intervenciones en el orden del día, no sólo para que los empleados pudieran escuchar diferentes perspectivas, sino también para evitar la monotonía de escuchar a una sola persona. Es más, en la parte trasera de la sala se expusieron los resultados del año anterior para que los empleados pudieran consultarlos por su cuenta, de modo que los discursos se podían dedicar a hablar del futuro.
Por último, para retocar la parte dedicada a las preguntas y respuestas, preparamos una especie de cámara oculta en la que unos empleados hacían preguntas y realizaban afirmaciones, con el fin de dar pie a un toma y daca más relajado. No se permitía formular ninguna pregunta por adelantado, sino que surgían espontáneamente del público presente en la sala, gracias a los discursos más animados y al vídeo. La ...
Artículos relacionados
Una gran idea
TP