Saber frente a hacer: por qué no se logra que se hagan las cosas
JP
Jeffrey Pfeffer
Business Review (Núm. 155) · Recursos humanos · Febrero 2007
Hoy día, las personas saben mucho. Cada año se publican miles de libros especializados sobre cuestiones empresariales y las organizaciones gastan miles de millones en formación y consultoría. Al mismo tiempo, cientos de miles de alumnos de MBA se diploman cada año en las escuelas de negocios y facultades de todo el mundo. Todo este conocimiento de vanguardia nos hace plantearnos una pregunta persistente: si disponemos de una formación tan excelente yestamos tan bien informados, ¿por qué no somos mucho más eficaces?
Uno de los factores que tienen la culpa es la literatura sobre la gestión del conocimiento casi el culto por la gestión del conocimiento que ha crecido notablemente durante los últimos años. Los defensores de la gestión del conocimiento como "la nueva panacea" han propugnado la idea de que lo que las empresas necesitan es más capital intelectual. A pesar de que se trata de algo innegable, sólo es cierto en parte: estos defensores se están olvidando de que el conocimiento únicamente es útil cuando se hace algo con él.
El motivo de que hayamos caído en esta "disparidad entre saber y hacer" es el siguiente: para hacer algo realmente hace falta ¡hacer algo! Eso significa llevar a cabo el esfuerzo de conseguir que algo ocurra. Es mucho más fácil y más seguro sentarnos en torno a una mesa y mantener conversaciones intelectuales, reunir enormes bases de datos, invertir en infraestructuras técnicas y en realidad no hacer jamás nada en la práctica.
En la actualidad, existen muchos expertos en todo, salvo en cómo lograr que las cosas se hagan. El entorno educativo debe asumir cierta responsabilidad en este problema. Pensemos en lo que hacen las escuelas de negocios: forman a las personas para que hablen sobre ideas y conceptos y para que resuelvan problemas. Sin embargo, lo que no suelen hacer es formar a los alumnos sobre cómo hacer las cosas realmente: no sólo analizar los problemas, sino también poner en práctica sus soluciones en un mundo caótico de personas reales.
Formúlese la siguiente pregunta: ¿se sometería a una operación de corazón si el cirujano hubiera recibido el mismo tipo de formación que reciben estos alumnos? Imagínese que el cirujano ha estado sentado en la facultad de medicina hablando sobre casos de cirugía cardiaca, viendo vídeos de cirugía cardiaca y escuchando agrandes cirujanos cardiovasculares hablar sobre lo que han hecho, y que ahora está usted tumbado en la mesa de operacione...