Cómo crear una cultura de innovación que funcione
JP
Juan Prego
Business Review (Núm. 239) · Estrategia · Octubre 2014
El pensamiento de un genio es una combinación del talento natural heredado y de una alta dosis de habilidad adquirida con la práctica. La creatividad es la habilidad común de todos estos genios. Una habilidad que puede ser desarrollada de una manera específica, para aplicarse a un campo determinado, pero que nunca se manifiesta de igual forma en dos individuos. Es decir, cada persona es creativa a su propio modo. Así como el Premio Nobel y genio de la mecánica cuántica Wolfang Pauli descubrió en 1925 que no hay dos electrones iguales en todo el universo cada uno tiene un conjunto único de propiedades cuánticas, y, de la misma forma, este principio ayuda a explicar por qué la materia es sólida a pesar de ser principalmente vacío, la singularidad de la expresión creativa nos ayuda a entender por qué algo tan aparentemente intangible tiene consecuencias tan contundentes en nuestro día a día.
Esta expresión original y única de nuestro genio creativo plantea una interesante contradicción para los líderes de las organizaciones actuales. En 2009, IBM realizó una encuesta a 1.500 directivos de empresas líderes en 33 países, preguntándoles sobre las competencias más importantes para tener éxito en los negocios. El 60% eligió la creatividad como la competencia más importante1. Pero si la creatividad es una expresión única y distinta en cada persona, ¿cómo pueden las organizaciones, que buscan estandarizar sus procesos y reproducir sus resultados de forma medible y predecible, crear entornos que, al mismo tiempo, permitan la expresión única del talento creativo de cada individuo?
Antes de adentrarnos en la respuesta de este interrogante, tal vez sea interesante explorar un ejemplo de la importancia que tiene para las organizaciones crear espacios donde puedan manifestarse las capacidades creativas de sus equipos y el enorme impacto que esto puede tener en sus resultados.
JAMES BLACK Y LA LIBERTAD CREATIVA
James Black (1924-2010) fue el cuarto hijo de una humilde familia escocesa. Durante sus primeros años se dedicó a la música y a las matemáticas, pero el estudio no le apasionaba, y, según sus propias palabras, se pasaba los días "soñando despierto". De hecho, dadas las limitaciones monetarias de su familia su padre era ingeniero de minas y su poca afección por los estudios, tal vez nunca hubiésemos sabido de Black de no ser por una de sus profesora...
Juan Prego
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Socio director de Actitud Creativa