Para sobreponerse al sentimiento de vergüenza y el síndrome del impostor, mucho más extendidos entre los directivos de lo que solemos pensar, hay que superar la represión de nuestros miedos e inseguridades. Solo así podremos liberar un “yo” completo, aunque vulnerable, que pueda influir éticamente en todo tipo de entornos sociales o empresariales, por adversos que sean.
Cómo evitar que la vergüenza lastre tu liderazgo
Alberto González Pascual
Business Review (Núm. 348) · Habilidades directivas · Octubre 2024
A pesar de que solemos asociar a los directivos a una personalidad segura y decidida, la realidad es que a menudo me encuentro, tanto en mis clases para ejecutivos como en mi entorno profesional, un buen número de personas que evitan salir de la zona de confort para enfrentarse a sus miedos y abordar el complejo de inferioridad, la ansiedad y la vergüenza crónica. En muchos casos no son capaces de identificar la vergüenza y el síndrome del impostor, lo cual limita enormemente su capacidad para ejercer el liderazgo de forma efectiva.
Convertirse en un líder exige conocerse con integridad y hacerse responsable de las carencias con las que uno carga, las cuales condicionan las posibilidades de cumplir con lo que se aspira a representar. Significa también comprender lo que nos hace vulnerables y, como consecuencia, aquello que provoca que unas veces nos desenvolvamos como una persona saludablemente empática, mientras que en otras ocasiones nos mostremos distantes, melancólicos, egoístas e incluso vengativos.
El abanico de síntomas y su impacto negativo en las decisiones y hábitos que una persona en un rol de liderazgo puede adoptar a la hora de relacionarse con los demás es enorme. Por ello, pongo el foco en uno que considero crucial y al cual no se le presta la atención que merece: la vergüenza.
El modelo de liderazgo que un profesional plasma en su día a día puede volverse disfuncional y provocarle un fuerte estrés si no está seguro de haber confrontado con la vergüenza que le sigue día y noche como una sombra. Si así fuera, resultaría urgente localizarla y dialogar con ella para aflojar el nudo que impide que cada cosa ocupe el lugar que le corresponde, inclusive la forma de estimarse a sí mismo y a los demás.
El diagnóstico de la vergüenza
La vergüenza activa su poder como si se tratara de unas gigantescas tenazas que nos impiden decir y hacer con el rigor y la autonomía que nos gustaría. Este poder brotaría de la imposibilidad de ocultar de la mirada del “otro” algo que nos causa dolor y miedo. Este miedo puede estar motivado por una “falta” que tratamos de paliar a toda costa o por aquello que nos “sobra” y de lo que no somos capaces de librarnos.
La vergüenza sobreviene cuando nos envuelve la ilusión de que podemos perder la cordura en un contexto de adversidad o cuando nos domina la creencia de que no somos merecedores de la dicha ni la admirac...
Alberto González Pascual
Profesor en la Universidad Rey Juan Carlos, Esade, Escuela de Organización Industrial y Universidad Villanueva, así como director de Cultura, Desarrollo y Talento en PRISA Media ·
Profesor de las universidades Rey Juan Carlos y Villanueva. Director de Cultura, Desarrollo y Talento de RR. HH. de PRISA. Doctor cum laude en Ciencias de la Información (UCM) y Pensamiento Político (Universidad Pablo de Olavide). Colabora como articulista, además de con Harvard Deusto Review, con EL PAÍS Retina y EL PAÍS Tecnología, Do Better ESADE, El Huffington Post y Diario de Sevilla. Es profesor asociado de las Universidades Rey Juan Carlos y Villanueva. Director académico del curso de transformación cultural de organizaciones en ESADE. Alumni de la JFK School of Government de Harvard University y de Cornell University, donde se ha graduado en psicología del liderazgo y liderazgo adaptativo. Investigador de Cártel especializado en la noción de angustia en la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y Campo Freudiano de Madrid. Colabora como juez de la Liga Española de Debate Universitario (LEDU).
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