Creatividad y ética: ¿límites de la IA?

En el sector publicitario, la IA está siendo ampliamente usada por las grandes plataformas publicitarias que todos utilizamos y conocemos, con una finalidad muy clara, o mejor dicho, tres: maximizar el número de usuarios y el tiempo de uso en dichas plataformas, maximizar la inversión publicitaria en estas plataformas y hacer eficiente el performance de las campañas de los anunciantes y agencias de medios que invierten en ellas para seguir atrayendo inversión.

Sin duda, es un modelo que ha funcionado; solo hay que mirar el ranking y la evolución de las empresas más grandes del planeta.

En mi opinión, su uso no dejará de crecer en el sector publicitario, concretamente, en los medios digitales, donde la IA no solo aporta un valor añadido, sino que es necesaria su aplicación. El inmenso volumen de usuarios, anunciantes, emplazamientos publicitarios y datos que, en general, se deben manejar para conseguir maximizar los retornos de inversión (ROAS), hace que los sistemas de IA sean más eficientes que las personas a la hora de identificar patrones, aprender y automatizar procesos y operativa. Pero, para conseguir este retorno, la gestión de los medios no es suficiente, ya que hace falta el ingrediente mágico, la creatividad, conectar con las emociones para despertar el deseo o el interés; es aquí donde el ser humano aún vence a la máquina. Aunque esta pueda simular procesos creativos, creo firmemente que “el corazón tiene razones que la razón no entiende”, y será complicado que la IA supere la capacidad de ingenio del ser humano.

En cualquier caso, es importante que la aplicación de la IA tenga un contexto legislativo y ético adecuado. Legislativamente, ya estamos viendo cambios para preservar el control y la privacidad de los usuarios; sin embargo, en el aspecto ético, queda mucho por hacer en todos los sectores, y es aquí donde confío en que se busquen criterios más allá del económico/empresarial.