Del alto rendimiento al alto impacto

Del alto rendimiento al alto impacto Del alto rendimiento al alto impacto

La obsesión por el alto rendimiento ha provocado graves problemas que afectan a individuos, empresas y la sociedad en general. Ha llegado el momento de dejar atrás ese paradigma y sustituirlo por el del alto impacto, que no solo mejorará el desempeño individual y colectivo, sino que también nos dotará de un sentido más trascendente.

Basta con mirar a derecha e izquierda para darnos cuenta de que todos estamos inmersos –individuos, familias, equipos, compañías, países, culturas y sociedad– en una vorágine de mediocridad, narcisismo, egoísmo y bajo rendimiento que nos acerca al abismo.

Muchos factores sociológicos, económicos y culturales nos han hecho llegar a esta situación, si bien estamos en la obligación moral de intentar aportar, desde la más profunda humildad, nuestro granito de arena para revertir las cosas. Ha llegado el momento de dar un paso al frente. Como diría Steve Jobs, “es el momento de las fichas redondas en los huecos cuadrados”.

La mentalidad del alto rendimiento nos ha traído una serie de consecuencias: primar el bien individual por encima del bien común; perseguir la perfección en lugar de la verdad; construirnos y vivir como personajes en lugar de como personas; buscar el control y la seguridad en lugar de la confianza y la fe, etc. Todo ello está afectando de manera directa a cualquier tipo de organización.

Sin embargo, es posible cambiar de paradigma, pasando de enfocarnos en el alto rendimiento a construir una mentalidad de impacto. Esto no solo mejorará el desempeño individual y colectivo, sino que también dignificará el trabajo, promoverá la autenticidad y fomentará el crecimiento personal y organizacional, contribuyendo a un futuro más “real”.

 

Un cambio de paradigma La etimología de la palabra “rendimiento” tiene una relación directa con la idea de devolver o entregar algo como resultado de un esfuerzo. El alto rendimiento implica la búsqueda constante de la perfección por parte de unos individuos que se esfuerzan por alcanzar metas ambiciosas a través de la autosuficiencia y la competencia.

Vivir, trabajar y amar desde el alto rendimiento nos lleva a primar en ocasiones el “yo” por encima del “nosotros”, a buscar el bien individual, a poner el foco en los resultados, a anteponer el control, es decir, a vivir y trabajar desde los dos primeros niveles de liderazgo que estableció John C. Maxwell, con el enfoque de ver “qué gano” en cada situación, anteponiendo el corto plazo y lo que queremos por encima del largo plazo y lo que nos conviene.

Este tipo de enfoque está llevando a una falta de bienestar y de trascendencia en personas y organizaciones que tiene unas manifestaciones evide...


Álvaro Marín Malumbres

Formador en Forbes y Sagardoy Business & Law School y thePower Business School ·