¿Demasiada información? La transparencia total conlleva sus propios riesgos
JB
Julian Birkinshaw
Business Review (Núm. 278) · Estrategia · Mayo 2018
Como tantas otras ideas bellas, la transparencia resulta ser bastante más complicada cuando se aplica a la realidad. En una era en la que es normal que haya información detallada al alcance de cualquiera que desee buscarla –a través de valoraciones de clientes que se pueden leer en Internet, perfiles públicos en redes sociales, apps con geolocalización–, tal vez demos por supuesto que compartir información es siempre bueno.
En el seno de las organizaciones, la transparencia tiene beneficios aparentemente obvios: los empleados que trabajan sobre el terreno y tienen acceso a la información podrán tomar decisiones ágiles y efectivas, lo que potenciará su implicación.
¿O no? Nuestra investigación apunta que compartir mucha información puede tener, en realidad, el efecto opuesto. Si bien es cierto que hay algunos líderes empresariales que han llevado la transparencia hasta el último extremo y han obtenido un resultado muy exitoso, muchos otros lo han intentado y se han llevado un disgusto al descubrir que los resultados eran contraproducentes.
El problema surge cuando la cantidad de información que se facilita no va acompañada de una medida similar de responsabilidad. Los avances en tecnologías de la información implican que las empresas pueden ahora controlar a la gente y su productividad en tiempo real. Sin embargo, es frecuente que no hayan reflexionado acerca de por qué lo hacen.
En el entorno de cambios rápidos en que vivimos, el antiguo modelo de liderazgo basado en una jerarquía rígida ya no resulta robusto. No queremos que nuestros empleados estén esperando, ociosos, hasta recibir sus órdenes. Queremos que creen, innoven, sueñen y sean proactivos. Esto exige más información, y eso en sí es ya un buen motivo para que las empresas sean más transparentes.
Las mejores empresas cambian con mayor rapidez, lo que exige tener más gente capaz y dispuesta a ayudar, por lo que van a necesitar más información. La transparencia es, pues, buena para las empresas, aunque a los líderes les pueda resultar incómodo. Además, la tendencia es hacia conceder mayor autonomía a equipos autogestionados.
Así pues, la tecnología –y la exigencia de que la gente sea ágil– ha dado lugar a esta preferencia por la apertura. Hay también un factor generacional en todo esto, dado que los empleados más jóvenes suelen creer que tienen derecho a más información. Lo cuestionan todo: ¿por qué estamos haciendo esto? ...
Julian Birkinshaw
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Profesor de Estrategia e Iniciativa Empresarial en London Business School