El 'best place to work' ya está amortizado. El futuro es el 'best place to grow'

La mano invisible de Adam Smith nos enseñó que la búsqueda del beneficio personal en un mercado libre conduce mágicamente al beneficio colectivo. De alguna manera, la magia del capitalismo funciona porque la utilización del mercado como una máquina de transformar dinero en más dinero es una idea tan poco romántica como eficiente. De hecho, es la idea que rescató a la humanidad del pozo de la Edad Media y la propulsó en pocos siglos a cotas de progreso sin precedentes. Desgraciadamente, la experiencia de los últimos siglos también ha demostrado que la destrucción de valor ecológico, guerras sin sentido y pandemias derivadas de la sobreexplotación animal también forman parte de los efectos colaterales de la persecución de beneficios sin importar las consecuencias.

Sin embargo, es precisamente este contexto el que está impulsando un nuevo tipo de empresa que, sin necesidad de renegar del capitalismo, entiende que el dinero no debe ser el propósito último de la organización, sino la gasolina que alimenta su verdadero propósito. Curiosamente, estas organizaciones constituyen el caldo de cultivo de una nueva cultura empresarial centrada en el propósito y de nuevos estilos de liderazgo centrados en las personas que se están convirtiendo en el principal atractor de talento altamente cualificado.

Estamos adentrándonos en una nueva era, donde el talento se mueve cada vez más por propósito y cada vez menos por dinero. Las personas ya no buscan un mero lugar de trabajo para sobrevivir, sino un lugar de desarrollo personal donde sentirse realizadas. Y esto reclama de las empresas nuevos estilos de liderazgo, capaces de atraer y retener esta emergente fuerza laboral. El estilo de liderazgo “rock star” cumplió su misión bajo el paradigma “best place to work”, pero cuando el paradigma muta hacia el “best place to grow”, lo que hace falta son líderes que entiendan que deben dejar de brillar para poder iluminar.