Para construir nuevas cadenas de valor industriales que beneficien a las personas, a la sociedad y al planeta, necesitamos un nuevo sistema operativo económico
La creciente economía frugal
NR
Navi Radjou
Business Review (Núm. 306) · Estrategia · Diciembre 2020
En 2020, el mundo está lidiando con la COVID-19, además de con otras crisis varias importantes. El Fondo Monetario Internacional predice que el mundo podría experimentar este año la peor recesión desde la década de 1930, con la economía global contrayéndose un 3%, mientras las economías avanzadas decrecen un 6,1%. La Organización Mundial del Comercio espera que el comercio mundial caiga hasta un 32% en 2020. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico informa de que la desigualdad en las economías más desarrolladas del mundo está en su nivel más alto en cincuenta años. La Organización Meteorológica Mundial ha advertido que, durante los próximos cinco años, las temperaturas globales anuales podrían aumentar potencialmente más de 1,5 grados centígrados, por encima de los niveles preindustriales, lo que daría lugar a un cambio climático catastrófico.
Se habla mucho ahora sobre “reiniciar” la economía, como quien reinicia un ordenador. Pero el sistema operativo que rige la mayoría de las economías del mundo –a saber, el capitalismo– se ha quedado obsoleto por cuatro motivos principales. En primer lugar, el capitalismo ensalza las virtudes de la propiedad privada, el individualismo y la competencia, lo que impulsa a las empresas a acumular y atesorar activos y a competir entre sí en un juego de suma cero. En segundo lugar, busca economías de escala a través de la producción en masa y las cadenas de suministro globales, que son muy contaminantes, consumen muchos recursos y carecen de la flexibilidad para hacer frente a las disrupciones catastróficas como la COVID-19. En tercer lugar, incentiva que las empresas maximicen las ganancias a corto plazo únicamente teniendo en cuenta a los accionistas, en lugar de crear valor a largo plazo para todos los stakeholders. En cuarto lugar, el capitalismo se niega a responsabilizar a las empresas de las consecuencias negativas de sus actividades, como la desigualdad social y la degradación ecológica.
Dados estos profundos defectos sistémicos, no tiene sentido reiniciar una economía capitalista disfuncional: debemos, más bien, actualizarla y reinventarla para que sea más eficiente y ágil, socialmente inclusiva y ecológicamente beneficiosa. Incluso antes de la COVID-19, la discusión acerca de un “capitalismo de los stakeholders” y el “ecocapitalismo” llevaba bastante tiempo en marcha. Sin embargo, aunque estos conceptos abordan algunos de los defectos del capitalismo mencionados ante...
Navi Radjou
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Autor y asesor sobre innovación y liderazgo. Profesor de la Cambridge Judge Business School de la Universidad de Cambridge, en Inglaterra