La diplomacia corporativa, o el arte de las decisiones compartidas
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Esther Trujillo
Business Review (Núm. 207) · Estrategia · Noviembre 2011
Esta frase describe de forma brillante lo que ocurre con la responsabilidad social de las empresas: a muchos les parece que es cara, accesoria e innecesaria. Hasta que comprueban lo que cuesta ser irresponsable: pregúntele a BP cuánto cayó su acción o, por extensión, la confianza de sus inversores, en la época en que los medios de comunicación mostraban cada día las costas del Golfo de México bañadas en petróleo. Pregúntele a Nike, a Levi's, a Toyota. Teclee en Google el nombre de cualquier gran empresa y a continuación la palabra boycott. Busque en Facebook las páginas creadas por los detractores de algunas marcas. Existen plataformas en contra de casi todas las grandes empresas; porque hay pocas cosas tan difíciles de borrar como una mancha en un buen nombre.
En la era de la información al instante, para las empresas, y especialmente para las cotizadas, la transparencia ya no es una buena práctica, sino una obligación. De hecho, en muchos países la información corporativa se ha sometido a nuevos desarrollos legislativos. Por eso, muchas compañías han sido proactivas en ello y, ante un marco regulatorio inminente, han avanzado en la publicación de la llamada "triple cuenta de resultados" (social, económica y medioambiental). Es más rentable contar lo que uno hace que esperar a que otros lo hagan por ti; es menos arriesgado reconocer nuestros puntos débiles que encontrarse con un grupo de activistas con pancartas a las puertas de nuestra sede corporativa. Lo primero rara vez será titular de prensa, lo segundo generará un titular, una buena foto y algo más...
Esta visión empresarial se alinea con una de las acepciones más sencillas y certeras sobre la responsabilidad social, desarrollada por Leena Lankoski: "es una forma de gestionar la empresa, una forma que consiste en maximizar los impactos positivos que genera el negocio y minimizar los impactos negativos".
En esta forma de entender la gestión empresarial, las relaciones con los grupos de interés, aquellos que opinan, influyen y son influidos por la empresa, se hace imprescindible. Saber quiénes son, dónde encontrarlos, cómo piensan, qué les preocupa, qué opinan de lo que hace nuestra empresa, recabar su ayuda en los temas que la empresa no conoce o conoce peor, es un gesto de humildad corporativa que se ha convertido en una palanca de liderazgo e innovación: es la gestión de la diplomacia corporativa (DC).
RAZONES PARA LA DIPLOMACIA ...