Popeye debe morir

En 1930, EE. UU. estaba sumido en una terrible recesión. Ante la escasez de ciertos alimentos, especialmente de carne, gran parte de la población sufrió anemia por la falta de hierro. Para revertir la situación, el gobierno creyó encontrar una alternativa alimentaria con altísima proporción de hierro mucho más económica y accesible: las espinacas. Según un estudio publicado en 1890 por un químico llamado Erich V. Wolff, estas contenían 35 mg de hierro por cada 100 g o, lo que es lo mismo, una proporción diez veces superior a la de otros vegetales, que estaba en torno a 3,5 mg. Las autoridades promovieron su consumo por todas las vías posibles, hasta el punto de crear un carismático personaje de dibujos animados, Popeye el Marino, para vender sus “superpoderes”.

Tal fue el énfasis sobre la población para consumir esa verdura mágica que las ventas de espinacas crecieron un 33%. Sin embargo, y para sorpresa de todos, la anemia en la población no disminuyó. En 1937 se volvió a analizar, y la conclusión fue demoledora: las espinacas contenían la misma proporción de hierro que todas las demás verduras… Pero Erich, en 1890, había puesto mal la coma.

Hoy, en cada charla sobre omnicanalidad, hablamos sobre verduras digitales: buenos productos, tecnologías innovadoras y herramientas de trazabilidad avanzada. Son soluciones útiles, beneficiosas y necesarias, pero acabamos cayendo en el error de crear Popeyes para magnificarlas y generar altas expectativas, afirmando que estas son hasta diez veces mejores que las demás para venderlas. El resultado es el desencanto de las marcas, que pierden la confianza viendo que, después de la inversión, nada milagroso sucede.

El remedio contra la anemia digital es sencillo: necesitamos instaurar una mentalidad a medio plazo con soluciones que ayuden a nuestros clientes a avanzar progresivamente. En el camino podremos equivocarnos y poner mal una coma, pero no caigamos en el error de generar over-promise: Popeye debe morir.